Domingo de Resurrección, éste 17 de abril de 2022.
LA RESURRECCIÓN SEGÚN SAN PEDRO EN HECHOS 2:
22 “Varones de Israel, escuchad estas palabras: A Jesús de Nazaret, hombre acreditado por Dios ante vosotros mediante obras poderosas, milagros y señales que Dios hizo por medio de Él entre vosotros, como vosotros mismos sabéis*; 23 a Éste, entregado según el designio determinado y la presciencia de Dios, vosotros, por manos de inicuos, lo hicisteis morir, crucificándolo. 24 Pero Dios lo ha resucitado anulando los dolores de la muerte, puesto que era imposible que Él fuese dominado por ella*. 25 Porque David dice respecto a Él: «Yo tenía siempre al Señor ante mis ojos, pues está a mi derecha para que yo no vacile*. 26 Por tanto se llenó de alegría mi corazón, y exultó mi lengua; y aun mi carne reposará en esperanza. 27 Porque no dejarás mi alma en el infierno, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. 28 Me hiciste conocer las sendas de la vida, y me colmarás de gozo con tu Rostro»”.
29 “Varones, hermanos, permitidme hablaros con libertad acerca del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro se conserva en medio de nosotros hasta el día de hoy. 30 Siendo profeta y sabiendo que Dios le había prometido con juramento que uno de sus descendientes se había de sentar sobre su trono*, 31 habló proféticamente de la resurrección de Cristo* diciendo: que Él ni fue dejado en el infierno ni su carne vio corrupción. 32 A este Jesús Dios le ha resucitado, de lo cual todos nosotros somos testigos. 33 Elevado, pues, a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, Él ha derramado a Éste a quien vosotros estáis viendo y oyendo*. 34 Porque David no subió a los cielos; antes él mismo dice: «Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra*, 35 hasta que ponga Yo a tus enemigos por tarima de tus pies». 36 Por lo cual sepa toda la casa de Israel con certeza que Dios ha constituido Señor y Cristo a este mismo Jesús que vosotros clavasteis en la cruz”*.
Frutos del discurso de Pedro. 37 Al oír esto ellos se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: “Varones, hermanos, ¿qué es lo que hemos de hacer?” 38 Respondióles Pedro: “Arrepentíos, dijo, y bautizaos cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. 39 Pues para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos y para todos los que están lejos, cuantos llamare el Señor Dios nuestro”. 40 Con otras muchas palabras dio testimonio y los exhortaba diciendo: “Salvaos de esta generación perversa”. 41 Aquellos, pues, que aceptaron sus palabras, fueron bautizados y se agregaron en aquel día cerca de tres mil almas*.
Vida de los primeros cristianos. 42 Ellos perseveraban en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones*. 43 Y sobre todos vino temor, y eran muchos los prodigios y milagros obrados por los apóstoles. 44 Todos los creyentes vivían unidos, y todo lo tenían en común*. 45 Vendían sus posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. 46 Todos los días perseveraban unánimemente en el Templo, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón*, 47 alabando a Dios, y amados de todo el pueblo; y cada día añadía el Señor a la unidad los que se salvaban*.
CARTA A LOS ÉFESIOS 1:
20 que obró en Cristo resucitándolo de entre los muertos, y sentándolo a su diestra en los cielos 21 por encima de todo principado y potestad y poder y dominación, y sobre todo nombre que se nombre, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. 22 Y todo lo sometió bajo sus pies, y lo dio por cabeza suprema de todo a la Iglesia*, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todos.
LA RESURRECCIÓN SEGÚN SAN MATEO, CAPÍTULO 28:
VI. LA RESURRECCIÓN
Resurrección de Jesús. 1 Después del sábado, cuando comenzaba ya el primer día de la semana, María la Magdalena y la otra María* fueron a visitar el sepulcro. 2 Y he ahí que hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor bajó del cielo, y llegándose rodó la piedra, y se sentó encima de ella. 3 Su rostro brillaba como el relámpago, y su vestido era blanco como la nieve. 4 Y de miedo a él, temblaron los guardias y quedaron como muertos. 5 Habló el ángel y dijo a las mujeres: “No temáis*, vosotras; porque sé que buscáis a Jesús, el crucificado. 6 No está aquí; porque resucitó, como lo había dicho. Venid y ved el lugar donde estaba. 7 Luego, id pronto y decid a sus discípulos que resucitó de los muertos, y he aquí que os precederá en Galilea; allí lo veréis. Ya os lo he dicho”. 8 Ellas, yéndose a prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, corrieron a llevar la nueva a los discípulos de Él. 9 Y de repente Jesús les salió al encuentro y les dijo: “¡Salud!” Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y lo adoraron. 10 Entonces Jesús les dijo: “No temáis. Id, avisad a los hermanos míos que vayan a Galilea; allí me verán”.
Soborno de los soldados. 11 Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. 12 Éstos, reunidos con los ancianos, deliberaron y resolvieron dar mucho dinero a los soldados, 13 diciéndoles: “Habéis de decir: Sus discípulos vinieron de noche, y lo robaron mientras nosotros dormíamos*. 14 Y si el gobernador llega a saberlo, nosotros lo persuadiremos y os libraremos de cuidado”. 15 Ellos, tomando el dinero, hicieron como les habían enseñado. Y se difundió este dicho entre los judíos, hasta el día de hoy.
Aparición de Jesús en Galilea. 16 Los once discípulos fueron, pues, a Galilea, al monte donde les había ordenado Jesús. 17 Y al verlo lo adoraron; algunos, sin embargo, dudaron. 18 Y llegándose Jesús les habló, diciendo: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra. 19 Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo*; 20 enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del siglo”*.
VI. RESURRECCIÓN Y ASCENSIÓN DE JESÚS
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO: EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS, CAPITULO 24:
La Resurrección. 1 Pero el primer día de la semana*, muy de mañana, volvieron al sepulcro, llevando los aromas que habían preparado. 2 Y hallaron la piedra desarrimada del sepulcro. 3 Habiendo entrado, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Mientras ellas estaban perplejas por esto, he ahí que dos varones de vestidura resplandeciente se les presentaron. 5 Como ellas estuviesen poseídas de miedo e inclinasen los rostros hacia el suelo, ellos les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6 No está aquí; ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo, estando aún en Galilea: 7 que era necesario que el Hijo del hombre fuese entregado en manos de hombres pecadores, que fuese crucificado y resucitara el tercer día”. 8 Entonces se acordaron de sus palabras. 9 Y de vuelta del sepulcro, fueron a anunciar todo esto a los Once* y a todos los demás. 10 Eran María la Magdalena, Juana y María la (madre) de Santiago; y también las otras con ellas referían esto a los apóstoles. 11 Pero estos relatos aparecieron ante los ojos de ellos como un delirio, y no les dieron crédito. 12 Sin embargo Pedro se levantó y corrió al sepulcro, y, asomándose, vio las mortajas solas. Y se volvió, maravillándose de lo que había sucedido.
Los discípulos de Emaús. 13 Y he aquí que, en aquel mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea, llamada Emaús, a ciento sesenta estadios de Jerusalén*. 14 E iban comentando entre sí todos estos acontecimientos. 15 Y sucedió que, mientras ellos platicaban y discutían, Jesús mismo se acercó y se puso a caminar con ellos. 16 Pero sus ojos estaban deslumbrados para que no lo conociesen. 17 Y les dijo: “¿Qué palabras son éstas que tratáis entre vosotros andando?” 18 Y se detuvieron con los rostros entristecidos. Uno, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres Tú el único peregrino, que estando en Jerusalén, no sabes lo que ha sucedido en ella en estos días?” 19 Les dijo: “¿Qué cosas?” Y ellos: “Lo de Jesús el Nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y palabra delante de Dios y de todo el pueblo, 20 y cómo lo entregaron nuestros sumos sacerdotes y nuestros magistrados para ser condenado a muerte, y lo crucificaron. 21 Nosotros, a la verdad, esperábamos que fuera Él, aquel que habría de librar a Israel. Pero, con todo, ya es el tercer día desde que sucedieron estas cosas. 22 Y todavía más, algunas mujeres de los nuestros, nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, 23 y no habiendo encontrado su cuerpo se volvieron, diciendo también que ellas habían tenido una visión de ángeles, los que dicen que Él está vivo*. 24 Algunos de los que están con nosotros han ido al sepulcro, y han encontrado las cosas como las mujeres habían dicho; pero a Él no lo han visto”. 25 Entonces les dijo: “¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! 26 ¿No era necesario que el Cristo sufriese así para entrar en su gloria?”* 27 Y comenzando por Moisés, y por todos los profetas, les hizo hermenéutica de lo que en todas las Escrituras había acerca de Él. 28 Se aproximaron a la aldea a donde iban, y Él hizo ademán de ir más lejos. 29 Pero ellos le hicieron fuerza, diciendo: “Quédate con nosotros, porque es tarde, y ya ha declinado el día”. Y entró para quedarse con ellos. 30 Y estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y les dio*. 31 Entonces los ojos de ellos fueron abiertos y lo reconocieron; mas Él desapareció de su vista. 32 Y se dijeron uno a otro: “¿No es verdad que nuestro corazón estaba ardiendo dentro de nosotros, mientras nos hablaba en el camino, mientras nos abría las Escrituras?”*
Jesús se aparece a los Once. 33 Y levantándose en aquella misma hora, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los demás, 34 los cuales dijeron: “Realmente resucitó el Señor y se ha aparecido a Simón”. 35 Y ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo se hizo conocer de ellos en la fracción del pan. 36 Aún estaban hablando de esto cuando Él mismo se puso en medio de ellos diciendo: “Paz a vosotros”*. 37 Mas ellos, turbados y atemorizados, creían ver un espíritu. 38 Él entonces les dijo: “¿Por qué estáis turbados? y ¿por qué se levantan dudas en vuestros corazones? 39 Mirad mis manos y mis pies: soy Yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que Yo tengo”. 40 Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. 41 Como aún desconfiaran, de pura alegría, y se estuvieran asombrados, les dijo: “¿Tenéis por ahí algo de comer?”* 42 Le dieron un trozo de pez asado. 43 Lo tomó y se lo comió a la vista de ellos.
Despedida y Ascensión. 44 Después les dijo: “Esto es aquello que Yo os decía, cuando estaba todavía con vosotros, que es necesario que todo lo que está escrito acerca de Mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos se cumpla”. 45 Entonces les abrió la inteligencia para que comprendiesen las Escrituras*. 46 Y les dijo: “Así estaba escrito que el Cristo sufriese y resucitase de entre los muertos al tercer día*, 47 y que se predicase, en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén*. 48 Vosotros sois testigos de estas cosas. 49 Y he aquí que Yo envío sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Mas vosotros estaos quedos en la ciudad hasta que desde lo alto seáis investidos de fuerza*. 50 Y los sacó fuera hasta frente a Betania y, alzando sus manos, los bendijo*. 51 Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue elevado hacia el cielo. 52 Ellos lo adoraron y se volvieron a Jerusalén con gran gozo. 53 Y estaban constantemente en el Templo, alabando y bendiciendo a Dios*.
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO: PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS CAPITULO 15:
El hecho de la resurrección de Cristo. 1 Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué y que aceptasteis, y en el cual perseveráis*, 2 y por el cual os salváis, si lo retenéis en los términos que os lo anuncié, a menos que hayáis creído en vano. 3 Porque os trasmití ante todo lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado; y que fue resucitado al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que se apareció a Cefas, y después a los Doce*. 6 Luego fue visto por más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales la mayor parte viven hasta ahora; mas algunos murieron ya. 7 Posteriormente se apareció a Santiago, y luego a todos los apóstoles. 8 Y al último de todos, como al abortivo, se me apareció también a mí. 9 Porque yo soy el ínfimo de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios. 10 Mas por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia que me dio no resultó estéril, antes bien he trabajado más copiosamente que todos ellos; bien que no yo, sino la gracia de Dios conmigo*. 11 Sea, pues, yo, o sean ellos, así predicamos, y así creísteis.
La resurrección de Cristo es prenda de la nuestra. 12 Ahora bien, si se predica a Cristo como resucitado de entre los muertos ¿cómo es que algunos dicen entre vosotros que no hay resurrección de muertos?* 13 Si es así que no hay resurrección de muertos, tampoco ha resucitado Cristo. 14 Y si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe. 15 Y entonces somos también hallados falsos testigos de Dios, por cuanto atestiguamos contrariamente a Dios que Él resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es así que los muertos no resucitan. 16 Porque si los muertos no resucitan, tampoco ha resucitado Cristo; 17 y si Cristo no resucitó, vana es vuestra fe; aun estáis en vuestros pecados. 18 Por consiguiente, también los que ya murieron en Cristo, se perdieron. 19 Si solamente para esta vida tenemos esperanza en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres. 20 Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicia de los que durmieron. 21 Puesto que por un hombre vino la muerte, por un hombre viene también la resurrección de los muertos*. 22 Porque como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada uno por su orden: como primicia Cristo; luego los de Cristo en su Parusía*; 24 después el fin, cuando Él entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya derribado* todo principado y toda potestad y todo poder. 25 Porque es necesario que Él reine “hasta que ponga a todos los enemigos bajo sus pies”*. 26 El último enemigo destruido será la muerte*. 27 Porque “todas las cosas las sometió bajo sus pies”. Mas cuando dice que todas las cosas están sometidas, claro es que queda exceptuado Aquél que se las sometió todas a Él. 28 Y cuando le hayan sido sometidas todas las cosas, entonces el mismo Hijo también se someterá al que le sometió todas las cosas, para que Dios sea todo en todo.
¿Qué sería si no hubiera resurrección? 29 De no ser así ¿qué hacen los que se bautizan por los muertos? Si los muertos de ninguna manera resucitan ¿por qué pues se bautizan por ellos?* 30 ¿Y por qué nosotros mismos nos exponemos a peligros a toda hora? 31 En cuanto a mí, cada día me expongo a la muerte, y os aseguro, hermanos, que es por la gloria que a causa de vosotros tengo en Cristo Jesús, Señor nuestro. 32 Si por solos motivos humanos luché yo con las fieras en Éfeso ¿de qué me sirve? Si los muertos no resucitan “¡comamos y bebamos! que mañana morimos”. 33 Mas no os dejéis seducir: malas compañías corrompen buenas costumbres. 34 Reaccionad con rectitud y no pequéis; porque –lo digo para vergüenza vuestra– a algunos les falta conocimiento de Dios.
Naturaleza de los cuerpos resucitados. 35 Pero alguien dirá: ¿Cómo resucitan los muertos? y ¿con qué cuerpo vienen? 36 ¡Oh ignorante! Lo que tú siembras no es vivificado si no muere*. 37 Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de ser, sino un simple grano, como por ejemplo de trigo, o algún otro. 38 Mas Dios le da un cuerpo, así como Él quiso, y a cada semilla cuerpo propio. 39 No toda carne es la misma carne, sino que una es de hombres, otra de ganados, otra de volátiles y otra de peces. 40 Hay también cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero, uno es el esplendor de los celestes, y otro el de los terrestres. 41 Uno es el esplendor del sol, otro el esplendor de la luna, y otro el esplendor de las estrellas; pues en esplendor se diferencia estrella de estrella*. 42 Así sucede también en la resurrección de los muertos. Sembrado corruptible, es resucitado incorruptible*; 43 sembrado en ignominia, resucita en gloria; sembrado en debilidad, resucita en poder; 44 sembrado cuerpo natural, resucita cuerpo espiritual; pues si hay cuerpo natural, lo hay también espiritual*; 45 como está escrito: “El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente”, el postrer Adán, espíritu vivificante. 46 Mas no fue antes lo espiritual, sino lo natural, y después lo espiritual. 47 El primer hombre, hecho de tierra, es terrenal; el segundo hombre viene del cielo*. 48 Cual es el terrenal, tales son los terrenales; y cual el celestial, tales serán los celestiales. 49 Y así como hemos llevado la imagen del hombre terrenal, llevaremos la imagen del celestial.
Misterio consolador. 50 Lo que digo, hermanos, es, pues, esto: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción puede poseer la incorruptibilidad. 51 He aquí que os digo un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados* 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; porque sonará la trompeta y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados*. 53 Pues es necesario que esto corruptible se vista de incorruptibilidad, y esto mortal se vista de inmortalidad*.
Demos gracias a Cristo por su triunfo sobre la muerte. 54 Cuando esto corruptible se haya vestido de incorruptibilidad, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: “La muerte es engullida en la victoria*. 55 ¿Dónde quedó, oh muerte, tu victoria? ¿dónde, oh muerte, tu aguijón?”* 56 El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley*. 57 ¡Gracias sean dadas a Dios que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! 58 Así que, amados hermanos míos, estad firmes, inconmovibles, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestra fatiga no es vana en el Señor.
Primera Epístola de Pedro, Capítulo 1, Versículo 3:
Acción de gracias. 3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo que, según la abundancia de su misericordia, nos ha engendrado de nuevo para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos;
La Resurrección según San Marcos:
VI. LA RESURRECCIÓN
Marcos capítulo: 16.
Las santas mujeres van al sepulcro. 1 Pasado el sábado, María la Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas, para ir a ungirlo*. 2 Y muy de madrugada, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, al salir el sol. 3 Y se decían unas a otras: “¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?” 4 Y al mirar, vieron que la piedra había ya sido removida, y era en efecto sumamente grande. 5 Y entrando en el sepulcro vieron, sentado a la derecha, a un joven vestido con una larga túnica blanca, y quedaron llenas de estupor. 6 Mas él les dijo: “No tengáis miedo. A Jesús buscáis, el Nazareno crucificado; resucitó, no está aquí. Ved el lugar donde lo habían puesto*. 7 Pero id a decir a los discípulos de Él y a Pedro*: va delante de vosotros a la Galilea; allí lo veréis, como os dijo”. 8 Ellas salieron huyendo del sepulcro porque estaban dominadas por el temor y el asombro; y no dijeron nada a nadie, a causa del miedo.
Jesús se aparece a los suyos. 9 Resucitado, pues, temprano, el primer día de la semana, se apareció primeramente a María la Magdalena, de la cual había echado siete demonios*. 10 Ella fue y lo anunció a los que habían estado con Él, que se hallaban afligidos y llorando. 11 Pero ellos al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron*. 12 Después de estas cosas se mostró en el camino, con otra figura, a dos de ellos, que iban a una granja*. 13 Estos también fueron a anunciarlo a los demás; pero tampoco a ellos les creyeron.
Misión de los Apóstoles. 14 Por último, se les apareció a los once mientras comían y les echó en cara su falta de fe y dureza de corazón porque no habían creído a los que lo habían visto a Él resucitado de entre los muertos*. 15 Y les dijo: “Id por el mundo entero, predicad el Evangelio a toda la creación. 16 Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; mas, quien no creyere, será condenado*. 17 Y he aquí los milagros que acompañarán a los que creyeren: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas, 18 tomarán las serpientes; y si bebieren algo mortífero no les hará daño alguno; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán”.
Ascensión del Señor a los cielos. 19 Y el Señor Jesús, después de hablarles, fue arrebatado al cielo, y se sentó a la diestra de Dios*. 20 En cuanto a ellos, fueron y predicaron por todas partes, asistiéndolos el Señor y confirmando la palabra con los milagros que la acompañaban*.
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO, SEGÚN SAN JUAN, CAPITULO 20:
QUINTA PARTE. JESÚS VENCEDOR DE LA MUERTE:
Aparición a la Magdalena y a los apóstoles. 1 El primer día de la semana*, de madrugada, siendo todavía oscuro, María Magdalena llegó al sepulcro; y vio quitada la losa sepulcral. 2 Corrió, entonces, a encontrar a Simón Pedro, y al otro discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto”. 3 Salió, pues, Pedro y también el otro discípulo, y se fueron al sepulcro. 4 Corrían ambos, pero el otro discípulo corrió más a prisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5 E, inclinándose, vio las fajas puestas allí, pero no entró. 6 Llegó luego Simón Pedro, que le seguía, entró en el sepulcro y vio las fajas puestas allí, 7 y el sudario, que había estado sobre su cabeza, puesto no con las fajas, sino en lugar aparte, enrollado*. 8 Entonces, entró también el otro discípulo, que había llegado primero al sepulcro, y vio, y creyó. 9 Porque todavía no habían entendido la Escritura, de cómo Él debía resucitar de entre los muertos. 10 Y los discípulos se volvieron a casa.
11 Pero María se había quedado afuera, junto al sepulcro, y lloraba. Mientras lloraba, se inclinó al sepulcro, 12 y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. 13 Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?” Díjoles: “Porque han quitado a mi Señor, y yo no sé dónde lo han puesto”. 14 Dicho esto se volvió y vio a Jesús que estaba allí, pero no sabía que era Jesús. 15 Jesús le dijo: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” Ella, pensando que era el jardinero, le dijo: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré”. 16 Jesús le dijo: “Mariam”*. Ella, volviéndose, dijo en hebreo: “Rabbuní”, es decir: “Maestro”. 17 Jesús le dijo: “No me toques más, porque no he subido todavía al Padre; pero ve a encontrar a mis hermanos, y diles: voy a subir a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”. 18 María Magdalena fue, pues, a anunciar a los discípulos: “He visto al Señor”, y lo que Él le había dicho.
19 A la tarde de ese mismo día, el primero de la semana, y estando, por miedo a los judíos, cerradas las puertas (de) donde se encontraban los discípulos, vino Jesús y, de pie en medio de ellos, les dijo: “¡Paz a vosotros!” 20 Diciendo esto, les mostró sus manos y su costado; y los discípulos se llenaron de gozo, viendo al Señor. 21 De nuevo les dijo: “¡Paz a vosotros! Como mi Padre me envió, así Yo os envío”. 22 Y dicho esto, sopló sobre ellos, y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo*: 23 a quienes perdonareis los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retuviereis, quedan retenidos”.
Incredulidad de Tomás. 24 Ahora bien Tomás, llamado Dídimo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25 Por tanto le dijeron los otros: “Hemos visto al Señor”. Él les dijo: “Si yo no veo en sus manos las marcas de los clavos, y no meto mi dedo en el lugar de los clavos, y no pongo mi mano en su costado, de ninguna manera creeré”*. 26 Ocho días después, estaban nuevamente adentro sus discípulos, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas, y, de pie en medio de ellos, dijo: “¡Paz a vosotros!” 27 Luego dijo a Tomás: “Trae acá tu dedo, mira mis manos, alarga tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente”. 28 Tomás respondió y le dijo: “¡Señor mío y Dios mío!” 29 Jesús le dijo: “Porque me has visto, has creído; dichosos los que han creído sin haber visto”*. 30 Otros muchos milagros obró Jesús, a la vista de sus discípulos, que no se encuentran escritos en este libro. 31 Pero éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y, creyendo, tengáis vida en su nombre*.
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